Julio (Protagonista de El contador de Palabras) charla con su autora Elena Reyes
Julio se sentó frente a ella con una taza de café humeante
entre las manos. Se miraron sonriéndose con los ojos llenos de complicidad:
-
¿Recuerdas cuando nos conocimos?- preguntó él
con cariño
-
¿Cómo olvidarlo? Me asaltaste en plena noche,
invadiste mis sueños a traición.
-
Dormías tranquilamente, en esa época vivías
relajada y me pareció buena idea sorprenderte.
-
Aún trato de averiguar por qué me elegiste a mí.
-
Eras la cómplice ideal para todo lo que
necesitaba contar. Además, tenemos un humor parecido, sabía que le darías un
toque de humor a las experiencias más duras. Eso es lo que me gusta de ti,
consigues que algo triste parezca un buen chiste.
-
Siempre pensé que hay que tomarse la vida con
cierta filosofía.
-
Me gustó viajar esa noche contigo Elena, fue una
experiencia emocionante dar vida a tantos recuerdos.
-
Yo también lo disfruté, me reía con tus
ocurrencias y me enternecía tu fragilidad a la par que admiraba tu fuerza para
sobreponerte. ¿Por qué la gente se empeña en el drama?
-
No lo sé, supongo que es más fácil dar pena
cuando las cosas van mal. Lo difícil es lo que nosotros hicimos, poner la otra
mejilla.
-
No me dejaste parar, al principio pensé que era
una carta de amor para tu esposa, pero luego todo cambió.
-
Esa era la idea inicial, quería volver a
conquistarla, estaba convencido de que jamás volvería a amar a otra mujer tanto
como la amé a ella. Pero la vida volvió a sorprenderme.
-
Quizás aprendiste que en las ocasiones en las
que pensamos que es el fin del mundo hay una valiosa lección escondida.
-
Eso no lo dudes mi pequeña escritora- respondió
con un guiño a la par que sorbía el café- ¿Cómo se te ocurrió el título?
-
Bueno, me di cuenta de que mientras hablabas
estabas obsesionado con el hecho de contar. Los números eran muy importantes
para ti, así que me pareció bonito bautizar tu historia con el nombre de “El
contador de palabras”.
-
Hubiera dado lo que fuera por estar ahí cuando
la historia vio el mundo.
-
Fue hermoso verte nacer, darle forma a tu vida y
recrearme en tu despedida. Realmente, fue como la vida misma cuando te cruzas
con un buen amigo al que aún no conoces pero sientes que siempre ha estado ahí.
Mi querido Julio, he reído y llorado mientras me hablabas; mientras tecleaba
todo cuanto susurrabas a mi oído. Tu vida ha sido maravillosa pero me enamoró
de ti la humanidad que me transmitías. Acostumbrada a escribir sobre personajes
fuertes y varoniles cargados de testosterona, tú te desnudaste ante mí sin
reparos, me entregaste lo mejor de tu alma y me ofreciste la verdad de tus
palabras, por eso, hoy ocupas un lugar en mi corazón y pase lo que pase, aunque
escriba mil libros, siempre tendrás ese rincón especial.
-
Yo también te guardo muy dentro de mí ser, como
un pequeño tesoro, quien sabe, a lo mejor más adelante volvemos a encontrarnos.
Ahora debo irme, se me ha enfriado el café.
-
¿De verdad te vas?- preguntó con los ojos
húmedos
-
Siempre puedes volver a leerme, entonces naceré
una y otra vez, puede que en tu casa o en la de algún desconocido, porque
gracias a ti, mi historia siempre seguirá viva. No me olvides.
-
No lo haré- aseguró disimulando sus lágrimas con
una sonrisa.
-
Así me gustas más, sonríe siempre, pase lo que
pase, ¿Me lo prometes?- dejó la taza de café y se puso en pie. Ella asintió.
-
Te lo prometo- susurró
-
Bien, ya nos veremos- y posando un beso en la
frente se marchó.
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