Hace unas semanas participé en una antología con varios autores titulada "Susurros de Halloween". Pues por aquí os dejo mi relato:
¿A
QUÉ LE TIENES MIEDO?
Para poder pagarse los estudios, Marta llevaba
haciendo de niñera desde que empezó la universidad. Había criado a dos
hermanos, así que cuidar de hijos de otros durante unas horas no era ningún
problema para ella. Era una chica muy responsable y trabajadora.
La familia Moreno era nueva en el barrio y cuando
pidieron recomendaciones a los vecinos para dejar a sus hijos de seis años,
Enrique y Luis, con alguien mientras ellos asistían a una cena, les habían
recomendado a Marta. Cuando la llamaron por teléfono para pedirle que se
quedara con sus hijos una noche, les había dado muy buena impresión y con eso
la madre se quedaba más tranquila.
El día acordado Marta apareció a las ocho y media de
la tarde en casa de la familia Moreno. Venía con sus libros para estudiar y eso
hizo que los padres la vieran como una chica responsable y se fueron mucho más
tranquilos a la cena. Enrique y Luis ese día habían estado jugando al fútbol
con un nuevo grupo de amigos que habían hecho en el barrio y estaban muy
cansados, así que se fueron a la cama poco antes de que Marta llegara.
Ella lo único que tenía que hacer era echarles un
vistazo de vez en cuando mientras estudiaba en el salón para un examen. A cada
media hora iba a la habitación a verles. Aunque los padres se habían quedado
tranquilos, la madre no pudo evitar hacerle una llamada a Marta para ver que
tal iba todo a mitad de la cena, cuando habían pasado apenas dos horas. No
estaba preocupada pero quería cerciorarse de que todo iba bien. Marta la tranquilizó
diciéndole que los niños seguían dormidos en sus camas y que no se habían despertado
ni para pedir agua.
En una de esas visitas a la habitación, de pronto Marta
fija la atención en la ventana y ve entre los juguetes y peluches de los niños,
sentado en una silla un muñeco enorme de un payaso en la penumbra. En la
semioscuridad apenas puede verlo bien por la luz de la luna que entra por la
ventana, pero sabe que es un payaso. Puede ver la silueta oscura de su cabeza y
el traje. No le ve la cara, pero ha visto muchos payasos en su vida como para
saber identificarlos.
Ella, que es un poco impresionable y que desde
pequeña le ha tenido pánico a los payasos y a las muñecas de porcelana, decide
salir de la habitación después de comprobar que los niños siguen allí durmiendo
y de que un escalofrío le recorra la espalda.
Vuelve al salón con una congoja increíble y dándole
vueltas al pánico que le ha dado ver a ese muñeco. Vuelve a ponerse a estudiar
pero no lo consigue porque en su cabeza solamente aparece un payaso sin rostro
definido. Viendo que dentro de media hora tiene que volver a ir al cuarto de
los niños, decide llamar a los padres para preguntarles si no les importa que
eche una sábana por encima del muñeco de payaso enorme que tienen sus hijos
sentado en una silla.
Al otro lado de la línea se hace el silencio hasta
que la madre le dice que sus hijos no tienen ningún muñeco de payaso porque les
dan miedo. En ese momento la comunicación se corta y Marta se queda muy quieta
mientras ve una sombra en la pared que ya sabe a lo que le recuerda.
La madre de los niños avisa al padre y dejan la cena
para volver a casa porque algo en la conversación con la chica no le ha
gustado. Cuando abren la puerta de la casa suelta un grito al ver a la chica
que cuidaba de sus hijos en el suelo, cubierta por un gran charco de sangre.
Corriendo, el padre sube por las escaleras con ella detrás y se planta en el
cuarto de los niños para comprobar que estos siguen dormidos en sus camas. Pero
cuando se acercan más a ellos, descubren que sus hijos ya no respiran.
Los gritos de la madre no paran de resonar llamando
la atención de todos los vecinos mientras que el padre ha llamado a la policía.
Sus hijos han sido asfixiados con sus almohadas mientras dormían y la niñera ha
recibido varias cuchilladas en el estómago que le han causado la muerte.
Cuando la madre consigue dejar de llorar le explica
a la policía la conversación con la niñera y lo que les había comentado del
payaso. Pero por más que buscan en toda la casa no hay ninguno y la silla donde
la chica había dicho que estaba sentado, estaba vacía.
Nunca encontraron al payaso.
Ariel Romero
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