¡CUIDADO! ¡ESTE LIBRO CONTIENE FELICIDAD!
"Doña Gwendolyne sabe que cada día puede ser el último, y nunca sale de casa sin practicar su cara de muerta en el espejo:
—Tiene que salir bien a la primera, Lali. No me pienso morir dos veces.
—No hace falta que me lo recuerdes todos los días.
—Acuérdate: la tapa abierta y la boca cerrada.
—Jesús bendito, ¿por qué a mí?
—Y me pones la peluca de los domingos, la que va con…
—Ya, ya… con las perlas buenas y el vestido azul, me lo has dicho cuarenta veces.
—Yo solo quiero ser feliz, Lali.
—¿Y quién te lo impide?
—Yo misma, me temo. No me da la gana morirme con cara de boba.
—Se llama rictus.
—¡A mí la boca me la cierras!
—Creo que en la funeraria hay profesionales que se encargan de esos detalles; te dejan hecha un pincel.
—No me fío. Prefiero que lo hagas tú. Te recuerdo que es tu obligación como hermana. Una de tantas.
—¿Dónde lo pone?
—No me hace ninguna gracia que un extraño me hurgue en la boca. Bastante mal lo paso en el dentista. ¿No le vas a hacer un último favor a tu hermana moribunda?
—No te estás muriendo, no te pongas dramática.
—¿Me has visto acaso cara de inmortal?
—Estás demasiado bien para como podrías estar.
—¿Y ese forúnculo con tan mala pinta? ¿Por qué no se va? Sigue ahí. ¿Qué quiere de mí?
—Es una almorrana.
—¿Cómo puedes estar tan segura? ¿Y si es una fístula? ¿Un quiste fuera de control? ¿Un castigo del Señor?
—Tienes que tomar más fibra y darte baños de asiento. Y deja al Señor en paz, que lo metes en todo al pobre.
—Hoy la noto más grande que ayer pero menos que mañana. Y más durita. No me gusta. Tiene que tratarse de otra cosa.
—Te repito que es una almorrana, ya deberías saber reconocerlas.
—Cuando llegue el momento, aseguraos de que estoy muerta del todo. Bien muerta y rematada, ¡muertísima!
—¿Y no crees que si me dan el certificado de defunción vas a estar muerta?
—No es lo mismo estar muerta que muerta-muerta. Sin billete de vuelta. Muerta del todo.
—Una cosa te voy a decir, Gwendo: si te vas, ¡ni se te ocurra volver! Las cosas se hacen bien o no se hacen.
—Bueno, pero tú por si acaso me pellizcas el dedo gordo del pie, pero pellízcame fuerte, que si llevo doble calcetín a lo mejor ni me entero.
—Antes me has dicho que querías zapato cerrado, aclárate.
—Pues me quitas uno. Mejor el derecho, que tengo menos juanetes.
—No te pienso quitar un zapato. Los muertos tenéis los pies fríos y petrificados.
—¡Lali! No quiero que me enterréis viva, pero tampoco con un zapato sí y otro no. ¿Qué imagen voy a dar? Y acuérdate de ponerme el collar de perlas. Y doble calcetín".
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