Dicen que cuando pierdes el control de tu vida, el resto del mundo también lo percibe.
En mi caso, el pequeño oasis de estabilidad en el que me encontraba se vio afectado por
el impacto de un meteorito con nombre y apellidos que trastornó todo.
Sin embargo, dentro de la oscuridad siempre existe alguna grieta por la que se cuelan
tanto la claridad como la esperanza… Y en mi vida han aparecido en forma de puerta.
Una habitación.
Un despacho de abogados.
Tres perros guardianes.
Una agencia peculiar.
Una propuesta que cambiará mi vida.
Y la luz al final del túnel.
¿Qué podría salir mal?
Todos, en algún momento, hemos deseado aquello que no podemos tener.
Lo malo es cuando ese deseo nos lleva a cometer una locura que, por si fuera poco, utilizamos como vía de escape para romper con nuestra «vida perfecta».
Apariencias.
Decisiones.
Y un secreto.
Me llamo Ruth Casals y así es como llegué a la habitación 502.
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