Microcuento
El mercado está concurrido
esta mañana. Al menos no soy el único hombre que se encuentra por aquí. Los
olores de los puestos se mezclan mientras yo compruebo el tomate que tengo en
la mano.
Por detrás del puesto pasa
una mujer que capta toda mi atención y no puedo evitar seguirla con la mirada.
"Si yo tuviera una mujer así a la que cocinarle...", exclamo sin
querer en voz alta. La mujer del puesto en el que estoy parado ha seguido mi
vista hasta esa misma mujer, me mira, sonríe y vuelve a afanarse en colocar
bien el género para atraer a la clientela. Suspiro, suelto el tomate y acabo
llevándome unos cuantos para cortarlos en rodajas, echarles aceite, sal,
vinagre y orégano, y comérmelos en la cena, solo.
Ariel Romero
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