Desear la muerte de mi jefe se había convertido en algo normal. En eso iba pensando cuando entré en el Molly Malone. Esa noche había salido de marcha y necesitaba un trago de algo fuerte. Nada me había preparado para conocer allí a Samuel, un detective privado con tanto magnetismo, que acabé contratándolo para darle un buen susto al capullo de Mario.
Dispuesta a solucionarlo decidí pedir explicaciones. Unos malditos ojos azules me lo impidieron.
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